5/13/2015

Las Tres Messajes Angélicas

Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 – pag. 207-208  [traducido del original]

 

  

 

Todo el que oye debe decir: Ven. No sólo los ministros, sino al pueblo. A todos se unen en la invitación. No sólo por su profesión sino por su carácter y vestimenta, a todos se les a ganar influencia. Se hacen consejeros para el mundo, ejecutores de la voluntad de uno que ha dejado como legado sagrado verdad a los hombres. Se que todos puedan sentir la dignidad y la gloria de su Dios les ha dado confianza.

"Ello clamo en mis oídos con gran voz, diciendo, hace que aquellos que the tienen command  de la ciudad han llegado acerca, y cada hombre en su mano su instrumento para destruir."
Y llamó al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura; y el Señor le dijo: Ve a través del medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y marca con una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella. Y a los otros dijo en audiencia las minas, andad después de él a través de la ciudad, y hiere: no el ojo de repuesto, ni habéis lástima: matar totalmente viejos y jóvenes, tanto las empleadas domésticas y los niños pequeños, y las mujeres, pero no cualquier hombre a quién se la marca; y comenzar a mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo."

Jesús está a punto de dejar el asiento de la misericordia del cielo 208 5T - santuario de las prendas de vestir de venganza y derrame su ira en los juicios a los que no han respondido a la luz Dios les ha dado. "Por sentencia contra la mala obra no se ejecuta rápidamente, por lo tanto, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos lleno para hacer mal." En lugar de ser suavizada por la paciencia y paciencia que el Señor ha ejercido en contra de ellos, aquellos que no temen Dios y amor, no la verdad fortalecer su corazón en su mal. Pero hay límites incluso a la paciencia de Dios, y hay muchos que se sobrepasen estos límites. Que han rebasado los límites de la gracia, y por lo tanto Dios debe interferir y reivindicar su propio honor.